Tengo miedo. Tengo más que miedo. Ayer no pude dormir, y eso era porque no podía parar de maquinarme. No quiero que le pase nada, quiero que esté bien y siga siendo la persona malhumorada y loca de siempre. Espero que ese hijo de puta no le arruine la vida más de lo que lo hizo, porque juro ser capaz de cualquier cosa.
Y tengo miedo por mí. No sé por qué, pero estoy asustada por lo que pueda pasarme.
Tal vez sea por eso mismo, el temor suele hacernos pensar que siempre hay algo peor.
Anoche no podía más. Necesitaba gritar, sacarme el miedo de adentro con fuerza, pero no pude hacer más que llorar en silencio. Es horrible todo esto.
Ahora no tengo noticias, no sé cómo le fue con los estudios, no sé cómo está ella. Me preocupa demasiado.
Optimismo, esperanza. Nada más que eso.
Y si esto sale mal, no queda otra que festejar para sobrevivir.
febrero 04, 2012
enero 21, 2012
Guardo en el bolsillo los sentimientos
Almuerzo del día: galletitas sin sal con queso untable light a las 4 y media de la tarde. NO! no empecé a hacer dieta ni nada por el estilo, pasa que estoy en la casa de mi tía y ella no puede comer nada con sal por su hipertensión.
Buen tema para hablar, la convivencia con mi tía. ¿Por dónde empiezo? Claro, por la idea final: no la tolero más. Desde hace un tiempo (para ser más exacta, desde que su enfermedad se agravó a mediados del año pasado) nos venimos llevando bastante mal, pero ahora se potenció. Como está a cargo mío, y según ella "tiene que cuidarme" porque así lo pidió mi mamá, se piensa que puede hacer y deshacer sobre mí. Cuando tiene ganas me cocina algo, y cuando no las tiene, me las tengo que arreglar sola. Normalmente, no almuerzo porque me levanto tarde, cerca de las 2 p.m. y como ella está en su trabajo, tengo que rebuscármelas o directamente comer galletitas, alfajores, cosas que no se recomiendan como almuerzo. Pero ahora, esa situación se está haciendo natural en la cena: Miriam (tía) llega cansanda, a las 6 de la tarde más o menos (cosa que no entiendo, porque de su laburo sale a las 3 y media), arregla SUS cosas, y se acuesta. Pero ¡ojo! antes de meterse en la cama como una lady, sus palabras son "hay un pollo en la heladera, también lechuga. Y hay que darle de comer a los perros". ¿¡NO ES DIVINA!?
Parece un fucking deja vú que se repite todas las noches. Y ayer terminó por colmarme la paciencia. Ayer toqué fondo. Mientras lavaba la olla en la que me había hecho unas salchichas para pancho (mi cena de anoche, señores), Madame Miriam me repitió las malditas palabras de siempre ("hay pollo en la heladera, etc.) y reaccioné como es de esperar. Le grité muy fuerte, y le dije una serie de cosas horribles que, en definitiva, eran lo que yo pensaba. Tal vez no fue la mejor manera de plantearlo... Bueno, no fue la mejor manera de plantearlo, pero soy impulsiva, y justamente anoche no era la excepción.
Hasta ahora, no nos dirigimos la palabra, ni yo a ella, ni mucho menos ella a mí. Estamos frustradas. Una con la otra. La poca tolerancia es mutua, eso sí que es jodido. Y la entiendo, pero no coincido en su manera de actuar. Está molesta por lo que le pasa, por tener un cuerpo que le falla constantemente, que llega al extremo de tirarla en la cama del dolor. Está enojada por haber perdido su vitalidad tan propia, ir de un lado al otro, bailar en las mañanas mientras desayunaba, tener siempre la energía necesaria para contagiarnos un poco a todos.
Se perdió, y no se encuentra.
Me hace mal, pero no por eso tiene que reflejar su mal estar en mí. Por algún motivo X, la molesto, y eso lo siento. Entonces lo devuelvo.
Buen tema para hablar, la convivencia con mi tía. ¿Por dónde empiezo? Claro, por la idea final: no la tolero más. Desde hace un tiempo (para ser más exacta, desde que su enfermedad se agravó a mediados del año pasado) nos venimos llevando bastante mal, pero ahora se potenció. Como está a cargo mío, y según ella "tiene que cuidarme" porque así lo pidió mi mamá, se piensa que puede hacer y deshacer sobre mí. Cuando tiene ganas me cocina algo, y cuando no las tiene, me las tengo que arreglar sola. Normalmente, no almuerzo porque me levanto tarde, cerca de las 2 p.m. y como ella está en su trabajo, tengo que rebuscármelas o directamente comer galletitas, alfajores, cosas que no se recomiendan como almuerzo. Pero ahora, esa situación se está haciendo natural en la cena: Miriam (tía) llega cansanda, a las 6 de la tarde más o menos (cosa que no entiendo, porque de su laburo sale a las 3 y media), arregla SUS cosas, y se acuesta. Pero ¡ojo! antes de meterse en la cama como una lady, sus palabras son "hay un pollo en la heladera, también lechuga. Y hay que darle de comer a los perros". ¿¡NO ES DIVINA!?
Parece un fucking deja vú que se repite todas las noches. Y ayer terminó por colmarme la paciencia. Ayer toqué fondo. Mientras lavaba la olla en la que me había hecho unas salchichas para pancho (mi cena de anoche, señores), Madame Miriam me repitió las malditas palabras de siempre ("hay pollo en la heladera, etc.) y reaccioné como es de esperar. Le grité muy fuerte, y le dije una serie de cosas horribles que, en definitiva, eran lo que yo pensaba. Tal vez no fue la mejor manera de plantearlo... Bueno, no fue la mejor manera de plantearlo, pero soy impulsiva, y justamente anoche no era la excepción.
Hasta ahora, no nos dirigimos la palabra, ni yo a ella, ni mucho menos ella a mí. Estamos frustradas. Una con la otra. La poca tolerancia es mutua, eso sí que es jodido. Y la entiendo, pero no coincido en su manera de actuar. Está molesta por lo que le pasa, por tener un cuerpo que le falla constantemente, que llega al extremo de tirarla en la cama del dolor. Está enojada por haber perdido su vitalidad tan propia, ir de un lado al otro, bailar en las mañanas mientras desayunaba, tener siempre la energía necesaria para contagiarnos un poco a todos.
Se perdió, y no se encuentra.
Me hace mal, pero no por eso tiene que reflejar su mal estar en mí. Por algún motivo X, la molesto, y eso lo siento. Entonces lo devuelvo.
enero 15, 2012
Dynamite
Jueves 12, 16:31 p.m.
Mi cabeza en cualquier momento explota. No para de dolerme, como si mis neuronas se estuvieran comprimiendo lentamente y estrujándose entre sí. El calor me molesta, me resulta insoportable. No tolero al gallo que hay al lado, que no para de cocorear o lo que sea que haga (¿vivía en un campo la mina?). La radio está prendida y, sin embargo, nadie la escucha porque a nadie le interesa. La computadora también y la luz del monitor me hace mal, pero soy lo suficientemente masoquista para quedarme acá.
La euforia que tenía hasta hace unos días (bueno, tal vez semanas) desapareció como por arte de magia. Es más, tengo muchas ganas de golpear a alguien que nunca creí querer golpear. Y es en serio. Casi que la estoy odiando... Mucho... Tanto que en estos precisos momentos está ingresando a mi lista de personas aborrecidas por mí. Ya son varios los que están incluídos.
Ahora me voy a lo de Porota, es el cumpleaños y paso a saludarla. Espero despejarme; quiero despejarme. Y también quiero que me deje de doler la cabeza. No para, voy a estallar del mal humor.
Sigo cuando vuelva, lo prometo.
Domingo 15, 07:47 a.m.
A veces dudo de mí misma cuando prometo algo... Pasaron varios días y esta entrada no fue publicada, así que me tomé un momento para concluirla de una vez por todas.
No hay nada que añadir, todo está igual; una buena canción diría "todo sigue igual de bien", pero no describe con exactitud cómo sigue todo por acá.
Hay cosas que siguen siendo jodidamente molestas, y otras que ya no lo son. Claro, nadie debe entender de qué estoy hablando pero bueno, me basta con fingir que me entiendo. Sí, finjo. Finjo porque en realidad no me entiendo. Y nunca lo voy a hacer.
Disculpen si les armo un gran lío en la cabeza, pero es más o menos la historia de mi vida: un jodido e infinito lío, que a veces toma la forma de un trabalenguas o algo parecido. Ya lo sé, estoy delirando. No dormí nada, lo único que hice fue jugar un rato a las cartas, mirar TV y estar frente a una mini-computadora; eso suele quemar la cabeza.
Claramente esto de hablar (en este caso, escribir) sin filtros, no es lo mío. Y mucho menos si tengo tanto sueño. No sigo más. No puedo más.
Mi cabeza en cualquier momento explota. No para de dolerme, como si mis neuronas se estuvieran comprimiendo lentamente y estrujándose entre sí. El calor me molesta, me resulta insoportable. No tolero al gallo que hay al lado, que no para de cocorear o lo que sea que haga (¿vivía en un campo la mina?). La radio está prendida y, sin embargo, nadie la escucha porque a nadie le interesa. La computadora también y la luz del monitor me hace mal, pero soy lo suficientemente masoquista para quedarme acá.
La euforia que tenía hasta hace unos días (bueno, tal vez semanas) desapareció como por arte de magia. Es más, tengo muchas ganas de golpear a alguien que nunca creí querer golpear. Y es en serio. Casi que la estoy odiando... Mucho... Tanto que en estos precisos momentos está ingresando a mi lista de personas aborrecidas por mí. Ya son varios los que están incluídos.
Ahora me voy a lo de Porota, es el cumpleaños y paso a saludarla. Espero despejarme; quiero despejarme. Y también quiero que me deje de doler la cabeza. No para, voy a estallar del mal humor.
Sigo cuando vuelva, lo prometo.
Domingo 15, 07:47 a.m.
A veces dudo de mí misma cuando prometo algo... Pasaron varios días y esta entrada no fue publicada, así que me tomé un momento para concluirla de una vez por todas.
No hay nada que añadir, todo está igual; una buena canción diría "todo sigue igual de bien", pero no describe con exactitud cómo sigue todo por acá.
Hay cosas que siguen siendo jodidamente molestas, y otras que ya no lo son. Claro, nadie debe entender de qué estoy hablando pero bueno, me basta con fingir que me entiendo. Sí, finjo. Finjo porque en realidad no me entiendo. Y nunca lo voy a hacer.
Disculpen si les armo un gran lío en la cabeza, pero es más o menos la historia de mi vida: un jodido e infinito lío, que a veces toma la forma de un trabalenguas o algo parecido. Ya lo sé, estoy delirando. No dormí nada, lo único que hice fue jugar un rato a las cartas, mirar TV y estar frente a una mini-computadora; eso suele quemar la cabeza.
Claramente esto de hablar (en este caso, escribir) sin filtros, no es lo mío. Y mucho menos si tengo tanto sueño. No sigo más. No puedo más.
enero 07, 2012
Cambio repentino
Una vez más, demuestro mi personalidad inconformista modificando todo de este espacio. Y ¿por qué? Porque sí. Porque quería hacerlo. Porque a diferencia de muchas otras cosas, puedo hacerlo. Creo que es lo único que puedo dominar, ya que ni con mis acciones pasa eso. Quería empezar de cero, pero era una lástima eliminar todas mis palabras escritas en un pasado incierto. Un pasado que me deprime, pero no me consume.
Por eso, opté por eliminar la mayoría de las entradas (que por cierto, de lo único que hablaban era de Lautaro), y dejar las que transmiten algo positivo o simplemente las que reflejan pensamientos que aún tengo.
En este tiempo pasaron cosas. Pasaron y no pasaron: situaciones similares a chubascos, que tan rápido como ocurrieron, igual de rápido se fueron. Y otras infinitas, tan largas y molestas que hasta el día de hoy me carcomen la cabeza. En fin, estoy bien, y no lo estoy. Estoy más bien que mal, eso es bueno... Creo. ¿Es común que todo te chupe un huevo? Porque es lo que me pasa. Y me gusta. Me gusta ser como una tapia frente a complicaciones, frente a problemas de otras personas que terminan siendo míos.
Quiero seguir escribiendo, porque me divierto y me descargo a mi manera, pero me tengo que ir. Esta entrada me llevó más de lo que se puedan imaginar, no soy buena para abrirme.
Gracias por leerme, y (aprovechando la ocasión), deseo lo mejor para este 2012, una buena me tiene que tocar.
Por eso, opté por eliminar la mayoría de las entradas (que por cierto, de lo único que hablaban era de Lautaro), y dejar las que transmiten algo positivo o simplemente las que reflejan pensamientos que aún tengo.
En este tiempo pasaron cosas. Pasaron y no pasaron: situaciones similares a chubascos, que tan rápido como ocurrieron, igual de rápido se fueron. Y otras infinitas, tan largas y molestas que hasta el día de hoy me carcomen la cabeza. En fin, estoy bien, y no lo estoy. Estoy más bien que mal, eso es bueno... Creo. ¿Es común que todo te chupe un huevo? Porque es lo que me pasa. Y me gusta. Me gusta ser como una tapia frente a complicaciones, frente a problemas de otras personas que terminan siendo míos.
Quiero seguir escribiendo, porque me divierto y me descargo a mi manera, pero me tengo que ir. Esta entrada me llevó más de lo que se puedan imaginar, no soy buena para abrirme.
Gracias por leerme, y (aprovechando la ocasión), deseo lo mejor para este 2012, una buena me tiene que tocar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)